viernes, 15 de agosto de 2014

Nunca





Nunca había estado muerta. Mil manos estiran, y arrancan mis entrañas, el grito de la multitud me emborracha haciéndome perder la consciencia. No me extraña, tal vez yo misma mutilé los brazos de sus cuerpos y ahora reclaman justicia. Estad en paz, que mis ojos ya no quieren mirar ningún amanecer, que mis labios no desean besar y ya no camino. He dejado la espada con los músculos aún tensos y el cuerpo herido. Ya huyo hasta de la tormenta que antes me daba fuerza y hasta temo al rayo que me daba vida.

Estoy vencida, y reposo mi cuerpo entre las hojas doradas y ocres que dejó el otoño, y no siento la rosada que hiela mi piel, me siento tan cansada.
Vendrán cuervos y lobos, a llevarse lo poco que queda de mi, clavaran sus picos y dientes en mi carne putrefacta sin que ello me importe.
El silencio absoluto, mientras la luna salpica mi rostro, la tierra va alimentándose de mi,
me dejo llevar, e inclino la cabeza para sentir su olor húmedo, el único que me recuerda el verdadero origen y lo que soy.

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