domingo, 31 de agosto de 2014

La sombra


                                                                                                 Foto: Lita Aguado
-!Vente conmigo! -Le dije a mi sombra- Mientras ella, sin hacerme caso, seguía insolente trepando por la pared desnuda.
Sin mi no eres nadie, - le grité a voces cuando creí verla por un instante detenida.
-No llegarás lejos. Cuando se cierna la noche y no haya luna que te guíe, buscarás adherirte a mi cuerpo. Las dos nos necesitamos.
Sin titubear y al parecer sin escucharme, aceleró más su paso ágil de gato, y yo sin temer a nada me lancé tras ella haciendo caso omiso de la altura que iba ganando en tan pocos segundos.
Una vez arriba las dos comencé a sentir el vértigo. El viento latigaba mi cara, me empujaba como un niño enfadado que no es consciente de el daño que puede llegar a hacer.
Ven, dame la mano...- le susurré despacio.-
De repente se abalanzó sobre mi con los ojos desencajados. Uno, dos, tres pasos atrás más dados por mi, hasta acabar cayendo en el más frío e inhóspito vacío.
La sombra desde lo alto asomó su rostro desdibujado. Desde lo lejos me pareció , creo, hasta verle una sonrisa.