martes, 18 de octubre de 2016

Cables

Había arrancado de cuajo el cuadro eléctrico, los coloridos cables se entremezclaban ya sin ningún sentido. Los interruptores pendían de las paredes como hojas marchitas, y algunos cristales rotos de las lámparas y bombillas, hechos añicos en el suelo, tintineaban al chocar entre sí, mecidos por el suave viento que entraba por la ventana. 
Sólo le quedaba la luz del sol , la que le mostraba la realidad tal cómo era, tal vez ahora hueca y sin forma, pero sin falsas sombras que luego desaparecieran. Le hacía ver que no había nadie junto a ella, alumbrando con plenitud todos los rincones, engullendo con su halo blanco a esa gente que no estaba, que pronunciaba frases inconexas y lejanas. Ahora aquellos monstruos ya no se desplazaban entre la corriente a la velocidad de la luz, entrando por todas partes, invadiendo su espacio, robándole sus escasos minutos de vida. Le pareció ver como un pequeño destello en la pantalla, como una última llamada póstuma gritada en la agonía. Todo había quedado en silencio, ya sólo se escuchaba el sonido que hacían las ramas de los árboles, aquel perro ladrar… Miro sus manos, y vio las señales, en ellas había enrollado el manojo de hilos de cobre, estirándolos, mientras apretaba fuertemente  los dientes para aguantar el terrible dolor, hasta que decidieran romperse. Recuperar lo único verdadero.
 La luz del sol… 
La luz del sol solamente